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Amanda Marta
Urcola
«Goldi»
Argentina
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Te esperaba
(3 Jotabé)
I
Te esperaba en la orilla de la nada
con angustia de fiel enamorada.
Te aguardaba soñando en que vendrías
por renacer la magia de otros días;
me aferraba a pensar que me querías
por augurar que pronto volverías.
Mas todo intento subjetivo y vano
pues murió mi esperanza en el arcano.
Sintiendo tu pasión cosa pasada
creyendo que tan sólo me mentías
desprendí yo la alianza de mi mano.
II
Rodó entre la hojarasca anochecida
junto con mi ilusión presto perdida.
Avancé cabizbaja sin premura;
Me asustaba del cielo la negrura
y un halo de tristeza y amargura
sepultaron con saña mi ventura.
En tanto que el chistido de un mochuelo
se sumó al sollozar de mi desvelo.
Mientras, la luna nueva, detenida
sobre la cruz, más falta de atadura,
brillaba indiferente allá en el cielo.
III
Me dirigí hacia el templo pesarosa
y me hinqué de rodillas silenciosa.
Fue entonces cuando un ángel descendiera
y extendiendo sus alas sin espera
me abrazara como la vez primera
tú lo hicieras pasada primavera.
Lucía él tu rostro peregrino.
No sé por qué razón, por qué destino.
Sus alas se esfumaron presurosas
y una caricia se coló en mi espera
pues te acercó hacia mí sino divino.
Hoy
(Jotabé)
Hoy agita mi ser el encontrarte
siento un ansia imperiosa de abrazarte.
Necesito cerrar viejas heridas,
acariciar tus manos ateridas,
sepultar opiniones escindidas
y acabar con las idas y venidas.
Es hora de alegrar el corazón
cegado de furor y sinrazón.
Y en mi loca carrera por amarte
entrelazando el hoy de nuestras vidas
cegado de emoción, pido perdón.
¡Oh!, Ven aquí
(Jotabé)
¡Oh!, ven aquí, no te alejes de mí.
Quizás porque no. Tal vez porque sí.
Ven confiada en la dicha de este amor.
Abandona la senda del dolor.
No te olvides que siempre es lo mejor
huir con paso intangible del traidor.
Ven, apresura el andar que te espero,
no te niegues a este fiel prisionero.
Acongojado he vivido por ti.
Tu recurrente desdén fue peor
que a mi existencia un puñal bien certero.
Te esperaba
(Jotabé)
Te esperaba en silencio, ilusionada,
muy trémula, impaciente, acongojada.
Te aguardaba confiada en que vendrías
con el paso del tiempo, de los días;
y soñaba en mis locas fantasías
que tan solo por mí te desvivías.
El inútil insomnio que desvela
es la ciega penumbra del que anhela.
Y a mi fe, mi pasión de enamorada,
y a mi duda abismal las convertías
en eterna y luctuosa duermevela.
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