Isabel Rosa
Terenzano

Federación, Entre Ríos (Argentina)

La luna

(Jotabé)


La luna con sus ojos hechiceros
enamora a los árboles fruteros.

Navega en la ciudad adormecida
y derrama esa luz liberticida
en mi alma que se siente bendecida
al darme aquella calma prometida.

El candil de la noche me sosiega,
atrapo su candor y a mí se entrega.

Ay, luna, que se impregna en mis luceros,
quisiera aprisionarte en mi guarida,
pues ante tu brillar mi ser se pliega.



La poesía

(Jotabem)


En mi alma la poesía
emerge con melodía.

Se cuela por los rincones
y alegra los corazones,
llenándolos de emociones
que despiertan las pasiones.

Plasma toda la belleza
que hay en la naturaleza.

Los versos dan alegría
y despiertan nuestros dones
para mostrar su riqueza.



Mi fiel compañera

(Jotabé Misrrimo)


Ella es la compañera más sincera,
la que va junto a mí, siempre a mi vera.

Sus ojitos denotan la ternura
cuando comete alguna travesura,
pues se siente a mi lado muy segura,
al sentir que la reto con dulzura.

Ella viene a mis pies y los abriga,
pues es mi confidente y tierna amiga.

Se recuesta en cualquier enredadera
o en el pino sintiendo su frescura
al echarse a sus pies con su barriga.


Tiene un porte simpático, elegante,
y se muestra gallarda y deslumbrante.

El candor que destila su figura
ilumina el entorno, cual pintura.
Ella es mi regocijo, la hermosura
que me cuida y mantiene mi cordura.

Con sus saltos demuestra su empatía
a quien llega de noche o mediodía.

Con su mirada tierna y dominante
endulza mi vivir. Es mi ventura,
la que me brinda amor y compañía.



Goce pleno

(Jotabé)


Me ilumina el contorno del paisaje,
trayendóme la paz y su bagaje.

El ansia de vivir resurge a pleno,
bajo ese cielo azul, liso y sereno,
que aquieta mi sentir y el desenfreno
de la vida agitada y su veneno.

Sumergida en intensa algarabía,
me nutro con la calma y la alegría.

Me lleno de albedrío en ese viaje,
dando atisbos de luz, de goce pleno
al sentir la alegría en este día.



Furia del cielo

(Jotabé Espejo Invertido)


La noche con metálica negrura
se cobija en las nubes delirantes,
que alocadas se mecen en el cielo.

Se siente el galopar y la premura
del ruidoso tronar en la espesura.

Un enjambre de gotas rechinantes
van borrando a su paso los instantes,
las pisadas dejadas por errantes
viajeros y magníficos cantantes.

Ha cubierto la lluvia con su velo
a las ranas que yacen en el suelo.


Transitando la senda del recelo,
una blanca paloma emprende el vuelo.

Con terror se acurrucan los amantes
por la furia de perlas tan punzantes,
que se ciernen con brazos agravantes
y destellos de manos centelleantes.

Los furiosos embates de natura
han formado en el cielo una pintura.

Un pintor la plasmó como un modelo
en los lienzos de sueños divagantes
del poeta que esgrime su locura.