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Directorio de poetas que escriben en Rima Jotabé



Rima Jotabé



Directorio de poetas que escriben en Rima Jotabé en lenguas diferentes al Español

Directorio de Poetas que escriben en rima Jotabé en español
 
 
ÓSCAR ABDIEL ROMERO SALAZAR
 
Poemas
 
Óscar Abdiel Romero Salazar

Óscar Abdiel
Romero Salazar

Bogotá (Colombia)

Mi poesía

(12 Jotabés)


Se fue con caminar lento y cansino,
como evadiendo el viento del destino.

Tomó un paso sereno hacia la nada,
en busca de, tal vez, una mirada:
un refugio al azar o una morada
o quizás hacia el filo de la espada.

Siguió rumbo a la bruma, sin consulta,
llevando una pasión quizás adulta.

Se deshizo del llanto en el camino,
de la brisa del mar, de la alborada,
de la palabra que el temor oculta.


Se fue en copos de sal, como el invierno
hacia lo más profundo del infierno.

Enfilo sin temor a la tormenta,
vistió el cielo de rojo y de magenta;
bebió zumo de cardos y aun sedienta,
hizo de las espinas su herramienta.

Entre arenas de cuarzo endurecido,
guardó trozos del tiempo ya perdido.

Durmió en las noches, con el sueño eterno,
con la locura como vestimenta...
con pavesas de un fuego no nacido.


Entre la duda espesa y poderosa
vislumbró una obsesión medio borrosa.

Nadó entre la ilusión y la mentira,
cupido le pulsó su suave lira;
desde el fervor que lentamente expira
se ahogó entre los venenos de la ira

Descubrió que el querer y la desgracia,
son la estructuración de la falacia.

Con artimaña cruel y fervorosa,
el sentir del amor, llega y conspira
en hambre de dolor que no se sacia.


Recorrió laberintos con premura,
entre la insensatez y la cordura.

Más allá del espeso desconcierto
descubrió en los deseos algo cierto...
aunque no queden flores en el huerto,
siempre existe la siembra de lo incierto.

Bebió el cáliz de labios temblorosos,
entre espasmos y sueños escabrosos

Flotó en vientos de azar y noche oscura,
viajando a la deriva en mar abierto,
entre afectos y apegos tormentosos.


Reposó y se escondió en los anaqueles
de escritos olvidados, en papeles.

Se aletargó entre sombras del pasado,
en el verso, que nunca fue escuchado;
cual cobarde, que, estando ilusionado,
nunca quiso asomar a ningún lado.

Sumó angustias de brisa y tempestades,
perdido entre el destiempo y las edades.

La sombra del amor, con sus pinceles,
hicieron muy sutil el entramado
que fundió el paraíso con el hades.


Salió como aflorando entre la arena,
siendo la flor marchita de una pena.

Se alimentó de sombras y ostracismo,
de las ansias que llevan al abismo;
ante la umbría cruel de un espejismo,
amó tímidamente al pesimismo.

Escribió de lujuria y de mentira,
del amor, que en las pieles se respira.

Entre verbos de indulto y de condena,
rodó en tiempos de gloria y derrotismo,
como canción que en la aflicción se inspira.


Recorrió encrucijadas del pasado,
con el viento que viaja a ningún lado.

Se confundió a la sombra de la euforia,
en gestas sin sentido y sin memoria;
con los viejos apuntes de la historia,
hizo por la virtud su rogatoria.

Develó en una noche sin estrellas,
la angustia de no verse en todas ellas.

En busca del afecto inesperado,
de un querer o una dádiva irrisoria,
se cobijó en ventiscas y centellas.


Hizo de la aflicción una obra de arte,
del frenesí carnal su punto aparte.

Recorrió el mar y el cielo en la mirada
de unos ojos cortantes como espada,
como también, los sueños de almohada
que siegan poesía en la alborada.

Repitió entre sus coros naturales,
los insomnios efímeros mortales.

Hizo de la ironía su estandarte,
del engaño más cruel su carcajada,
del desamor sus cantos pasionales.


Descubrió entre la ruina y desventura,
el sentir, que ya raya en la locura.

Esbozó en un papel su sinfonía
con notas, de la cruel monotonía;
fue trazando misterios de agonía,
de cuando toda el alma está vacía.

Buscó rimas que brotan del abismo,
el punto donde muere el optimismo.

Reptando por la senda más oscura,
perdió rimas de encanto y de valía,
entre la angustia cruel y el fatalismo.


Se repitió en querencias vaporosas,
entre besos y pieles azarosas.

Navego entre el dolor y el desconsuelo,
en globos de lujuria, subió al cielo;
escribiendo sus versos de alto vuelo
estrepitosamente cayó al suelo.

Dando marcha al costado, sin sonrojos,
recogió de su siembra los despojos.

En desaires de cumbres borrascosas,
describió sin tapujos y sin velo,
el desdén del querer y sus abrojos.


Fue de pronto, reuniendo comentarios,
de tiempos de fracasos en sus diarios.

Preocupado de ritmo y medida,
intentando hilvanar la despedida;
fue escribiendo retazos de la vida,
en valijas de viaje y despedida.

Desgastó sus alientos, en la espera
de una ilusoria y trágica quimera.

Perdido en la ansiedad de los horarios,
en el tic-tac del fin de la partida...
almidonó la angustia con la espera.


Era, aventurera, mi poesía
de Jotabés de euforia y, de armonía...

Hoy que no encuentro puerto ni hospedaje,
que se acerca la cumbre de este viaje;
busco entre las estrellas un viraje,
que añada la ilusión al equipaje.

Lleno de poesías, la libreta,
con el amor guardado en la maleta...

Busco el punto final de una elegía,
un regazo, como último paraje...
un aliento que mueva esta veleta.



Alma vacía


(12 Jotabeas)


Se diluyen los tiempos, desvanece la nada,
los lloros de la noche se insertan como espada…

La esencia de perfumes fluyendo a mi costado,
son quizás, los recuerdos del pájaro enjaulado;
las tímidas caricias como un eco pesado
deshacen crucigramas de un verso entrecortado…

Sentado sobre el mármol de aquellas emociones,
recuerdo la algazara que hice por los rincones…

Extiendo mis abrazos a su ilusión helada,
al eco del fantasma que guardo aquí a mi lado,
como para sanarme de tantas maldiciones…


Se diluyen los tiempos, desvanece la nada,
la musa de la luna se oculta derrotada.

La savia de la entraña resbala en los papeles,
como si se tratara de ingrávidos corceles;
la brisa mentirosa, con aroma de mieles,
se esconde tras los libros entre mis anaqueles.

Las hojas del otoño que bailan en la huerta,
son tonos amarillos de una belleza muerta.

Recogen las pupilas la imagen fragmentada,
las idílicas gestas, los trópicos, las pieles;
la brizna de la nieve que silba tras la puerta.


Los lloros de la noche se insertan como espada…
gemidos, que desangran fibras de la almohada.

La leña seca quiebra guitarras bajo ardores,
gorriones, desgarrando, su canto en sinsabores;
a través del cerrojo cupido tiñe amores
de una forma perfecta, que clama en los albores.

Bajo sombras de ensueño la flor desaparece,
junto a los espejismos del amor que envejece.

Una pálida estrella, se funde en la mirada,
la bruma domestica la luz con sus vapores.
el jardín de ilusiones ya gris desaparece...


La esencia de perfumes fluyendo a mi costado,
son el aroma intenso de un verso flagelado.

El viento es melodía de cuerdas y tendones,
las nubes peregrinas parecen de algodones;
allá, por las esquinas, se cuecen decisiones
que alteran el destino, como las ilusiones.

Sollozan los requintos sus acordes lejanos,
ruiseñores de duelo que mueren en mis manos.

Las garras del delirio de un sueño entrecortado,
los versos displicentes de efímeras canciones,
la inquina y la penumbra de trópicos mundanos.


Son quizás, los recuerdos del pájaro enjaulado;
que danzan en el barco, de idilio aletargado.

Contra viento y marea va el sol como metralla,
se cuela en las caricias cortando cual cizalla;
arterias deshojadas de una pasión que estalla,
entre tímidas voces que el horizonte calla.

Galopa la mirada dispersa hacia la pena,
sollozando en silencio su trágica condena.

Los pálidos violines sacuden su encordado,
rasgando en sus arpegios canciones de batalla,
que son como mortajas, del mar, entre la arena.


Las tímidas caricias como un eco pesado
se suman a vetustas memorias del pasado.

La brisa mañanera, que huele como a rosas,
el tallo, las espinas, las manos temblorosas;
el frágil aleteo de algunas mariposas
sucumben en las tildes de rimas temblorosas.

Perece desgastada la escarcha entre la nieve,
con tinta que se funde, cuando al amor se atreve.

El abismo de nardos, los rostros del pecado,
los caminos de asfalto, las sendas escabrosas...
los labios que se juntan por un instante breve.


Deshacen crucigramas de un verso entrecortado…
como espiral eterna de adelfas y empedrado.

La fuga de vaivenes y notas presurosas,
se esconden entre liras, como piedras preciosas;
las musas, los espectros y muchas otras cosas,
derrumban los fonemas condenados en prosas.

Las amapolas rojas que hibernan en los besos,
son látigos de fuego que rayan en excesos.

Se escurren las pasiones hacia un abismo helado,
la soledad, camina, sobre sendas rocosas,
la mente desfigura los hábitos confesos.


Sentado sobre el mármol de aquellas emociones,
se desvanece el rastro de antiguas oblaciones.

Se confunden vocablos, el tic-tac no se nota
la alforja de fracasos quizás nunca se agota;
buscando en el silencio de una caricia rota
bajan por las pupilas, las sales, gota a gota.

Cosechan las historias los cielos en el monte,
romances en el alba, que canta algún sinsonte.

Cobardes, las palabras, se van sin oraciones,
sumidas en angustias de fuego, de derrota...
como el humo de leña que flota al horizonte.


Recuerdo la algazara que hice por los rincones…
pequeños regocijos, entre las aflicciones.

El frío, tan paciente, que parte las memorias,
la vida se marchita con falsedad e historias;
la juventud tartufa, gravita en vanas glorias,
buscando los veranos como aves migratorias.

La murria y la rutina recubren las heridas,
la pluma y sus promesas escriben despedidas.

Escucho las cruzadas tronar en mis bastiones,
en ruegos a quereres de mieles ilusorias,
como cuando se fugan caballos de sus bridas.


Extiendo mis abrazos a su ilusión helada,
como si un espejismo brillara en la almohada.

Los sueños de la infancia se cuecen con la espera,
con sal en las heridas y el miedo en la ceguera;
se desfigura el rumbo por esta carretera,
de fingidas pasiones en ósculos de cera.

Me miró y ya no encuentro la esencia en el espejo,
los cielos azulados, parecen mármol viejo.

La hilada de los tiempos se teje desgastada,
me aprieta cual silicio, me asfixia y me lacera,
gritando mis quejidos como un aullido añejo.


Al eco del fantasma que guardo aquí a mi lado,
que zurce las congojas en un manto pesado.

No alcanzan mis pavesas a encender una hoguera,
ni el insomne arcoíris abrasa una quimera;
no diviso en los mares, el faro, tan siquiera,
ni el jardín de amapolas renace en la pradera.

Las lianas del hastío se toman el paisaje,
con las enredaderas que cargo en este viaje.

La estela del invierno recubre el decorado,
congojas y pesares abarcan mi ladera
y yo remiendo letras, de noche, al equipaje.


Como para sanarme de tantas maldiciones…
ya no quedan misterios, ni nada en mis rincones.

Agudas las saetas prolongan las condenas,
ambiguos, los deseos, se vuelven mis cadenas;
los besos y las pieles rememoran escenas,
que en áridos desiertos me secaron las venas.

En mi diario, retazos, de esta locura mía,
que me destroza el pecho con su dulce agonía...

Ya todo huele a olvido, no hay versos sin prisiones,
escucho la campana, se acaba la faena...
se han secado las fuentes, el alma está vacía.



Llegado el sol


(12 Jotabés)


Llegado el sol, cosechan mis temores,
tantos silencios que dejé en amores.

Las madrugadas de mi gula impía,
que fueron de una piel que supe mía,
los sinsabores y la sed que hastía;
las horas de intentar mi poesía.

Junto al río en mis ojos, la tormenta,
su miel que en mis dolores se alimenta.

Mezcla de aquel presagio de estertores,
que plasmaron el cielo en mi grafía,
la nube gris, que aquel querer sustenta.


Llegado el sol, cosechan mis temores,
las mariposas que dejé en las flores.

Los ecos pardos de una tez morena,
que revolcó su playa entre mi arena;
los besos falsos, que, al surcar mi pena,
dejaron en el alma esta condena.

El agua del vapor en los cristales,
lavatorio incoherente, en mis males.

Mutismo que enaltece sus fragores,
cuando sus llanos arden en cadena,
bajo las tibias tardes estivales.


Tantos silencios que dejé en amores
con la pluma escribiendo desamores.

Viene a mí una borrasca de pesares
que castiga la angustia en mis andares
viviendo de tragedia en sus altares
recojo las sílices de los mares.

La insanidad de mi clamor aumenta
en las noches sin luna como afrenta.

Y me arrebata el llanto en los fervores
llenando mi garganta de acibares
en esta mascarada de oda lenta.


Las madrugadas de mi gula impía
hacen del despertar una osadía.

Su cuerpo un artilugio de sabores,
de esos labios, desdichas y amargores;
cociendo poesía en sus hervores
ennegrezco fonemas de fulgores.

Corren en mis angustias a lo lejos
las pulsaciones de acetatos viejos.

De sus ojos la soledad sombría,
el rayar de la aurora sin colores,
venenos, de sus trópicos bermejos.


Que fueron de una piel que supe mía,
abrazado en sus trazos de agonía.

Sus ojos me arrebatan los albores,
ese fuego calcina los amores;
en ciegas ilusiones, cual vapores,
se oculta el sentimiento en los licores.

El viento trae aroma a su fragancia,
entre lluvia y metralla en abundancia.

Ciego en la soledad, sin alegría,
me envuelvo en la tormenta de clamores,
arañando un poema en mi ignorancia.


Los sinsabores y la sed que hastía
son mi padecimiento cada día.

Vivo a la sombra de las tempestades,
al límite del cielo con el hades,
en la insulsa desdicha y soledades
se ha partido mi pecho en dos mitades.

Como una sombra oscura que seduce
su hiel en desamores se trasluce.

Con intrépidos juegos sin valía,
en su cuerpo se pierden mis verdades
como el humo, que en llanto se traduce.


Las horas de intentar mi poesía
son solo unos instantes de armonía.

El limbo de la noche, en mí, parece
una gélida tundra que perece
silente, ya en la sombra no florece,
como lluvia o desierto que estremece.

Cual navajas con hojas tan agudas
sus labios son heridas en las dudas.

Segando aquel vergel, ya sin valía,
la furia de sus vientos enceguece
las vanidades pérfidas y crudas.


Junto al río en mis ojos, la tormenta
inundando mi azul con su magenta.

Me lleva a una ilusión en laberintos
entre pasión, querer y vinos tintos;
brindándome sabores tan distintos
que intimidan el ansia y los instintos.

Vendaval de la angustia y la locura,
un golpe al corazón que no se cura.

El eco de una rima turbulenta,
que artera, me ha enredado entre sus cintos,
se forja en la zozobra más oscura.


Su miel que en mis dolores se alimenta,
es amarga, aunque al gusto se le mienta.

Mi flor rasgada en el dolor, confiesa,
lo que el capullo al florecer no expresa;
el duelo acerbo del adiós no cesa,
llevando el alma al tártaro inconfesa.

Sufren en la obsesión, mis soledades,
la intromisión de ambiguas necedades.

La ansiedad que el alcohol prende y aumenta
deja en el aire absurda la promesa
que se agita entre amor y falsedades.


Mezcla de aquel presagio de estertores
que en cada estrofa aprietan sus rigores.

La estela de su nombre es un poema
que tilda mis conceptos de anatema,
su brillo al sentimiento funde, quema
y arrastra a la vigilia más extrema.

Divago en la vergüenza del despecho
que instala sus desdichas en el lecho.

Rechinando al compás de los errores,
se repite en mi mente, aquel dilema
de sombras que se funden en el techo.


Que plasmaron el cielo en mi grafía,
el espejismo de una fantasía.

La leña seca espera su momento
de volar en pavesas hacia el viento,
que recuerda el temor del sufrimiento…
querer y no morir en el intento.

Denso como la nieve, va su invierno,
congelando mis ecos en lo eterno.

Duerme la dualidad, la fantasía,
el sueño de su cruel padecimiento…
tan lejos y tan cerca del infierno.


La nube gris, que aquel querer sustenta,
son los rastros de una ilusión sedienta.

Cuando el tiempo no suma en mis prisiones
y son falsos los brillos de circones,
los duendes merodean mis cajones
entre versos oscuros y burlones.

Su torso sabe a cal en los ardores
y los besos a sal en sus helores.

Aunque el amor ya sabe lo que enfrenta
y en la noche, me atizan sus pasiones…
llegado el sol cosechan mis temores.


(Ganador del Segundo Premio del XIII Certamen Poético Internacional Rima Jotabé)



Las cinco estaciones


(Corona Jotabé)


Jotabé Madre

Me llamé primavera entre tus flores,
bocetando una rima en tus fulgores.

fui miel, en tus rincones anhelados,
gameto, en tus pistilos perfumados;
fui calma en la ansiedad de tus tornados
y verde ingenuidad, en tus arados.

volé en las mariposas de un te quiero,
sobre las frescas hojas, del romero.

como libando néctar, sin temores,
anduve por tus montes y tus prados,
saboreando, un éxtasis ligero.


Jotabé hijo 1

me llamé primavera entre tus flores,
entre la ambigüedad de mis temblores.

fui sendero en tu valle proceloso,
caudal, en tu torrente borrascoso ;
capullo de aquel cactus espinoso,
que danzaba, en un blanco caprichoso.

arreglé en tu vergel los empedrados,
sin voltear, ni mirar a otros lados.

entre versos y copas de licores,
mientras probé tu cáliz tormentoso,
fui miel, en tus rincones anhelados.


Jotabé hijo 2

fui miel, en tus rincones anhelados,
evaporando sueños olvidados.

subí en un aleluya, por tu llano,
plasmé tu ingenuidad, como artesano;
hice un fuego divino, siendo humano
y me llamaste, sol de tu verano.

puse leña en tus brasas con esmero
y mis sueños a hervir, en el caldero.

con el alma y mi pecho acalorados,
en el profundo cielo de un arcano,
volé en las mariposas de un te quiero.


Jotabé hijo 3

volé en las mariposas de un te quiero,
tratando ser, más noble que sincero.

fui noche de deleites y bravura,
torrente de pasión, en tu cintura;
el beso y la caricia más oscura,
palmo a palmo, pincel, en tu estructura.

forjé en tu vientre, altares de colores
y bebí la ambrosía en tus licores.

con mis dedos de intrépido alfarero,
modelé tus contornos, con premura,
bocetando una rima en tus fulgores.


Jotabé hijo 4

bocetando una rima en tus fulgores,
entre aromas de menta y de sudores.

fui un coro, con tu piel inmaculada,
cuando temblaste al filo de mi espada;
fui rima, donde no versaba nada,
en el culmen de una ilusión cegada.

con pedazos del alma entrelazados,
en mil suspiros quedos, recortados.

fui cascada de gozo y de estertores,
espasmo de una noche iluminada,
gameto, en tus pistilos perfumados.


Jotabé hijo 5

gameto, en tus pistilos perfumados,
cuando mi estío, ardía, en tus mil grados.

fui la gula carnal de tu apetito,
enredado en un éxtasis maldito;
fui un papel arrugado, sin escrito,
lo fugaz del amor, de lo finito.

viví, creyendo ser aquel lucero,
tras tus nubes calladas de febrero.

me alcé en el viento, en coros despiadados
y el frío, se contrajo en aquel grito,
sobre las frescas hojas, del romero.


Jotabé hijo 6

sobre las frescas hojas, del romero,
como el otoño, ingrávido y ligero.

fui roció, de tu helada tormentosa,
la espina, sobre el tallo de la rosa;
fui el ocaso perdido de una prosa,
tu claridad, histriónica y brumosa.

me perdí en tus donceles envinados,
tejiendo algún desaire, en mis brocados.

tomé tus manos, frías, como acero
y entre la brisa gélida y celosa,
fui calma en la ansiedad de tus tornados.


Jotabé hijo 7

fui calma en la ansiedad de tus tornados,
albar, en desconsuelos desbordados.

navegué entre desdenes y azucenas,
exprimiendo, la esencia de mis penas;
fui un barco en tu astillero de condenas,
gimiendo entre tu sal y tus arenas.

fui el céfiro, silbando en tus albores,
entre la intensa niebla y tus vapores.

con mis vanos silencios desgastados,
anduve entre tu hiel y tus colmenas,
como libando néctar, sin temores.


Jotabé hijo 8

como libando néctar, sin temores,
recorriendo el solsticio en tus temblores.

fui el tallo, deshojado por tu aurora,
la nieve, que de un cielo roto, llora;
el ciprés, que sus hojas decolora,
aunque dentro, el ardor, sí lo atesora.

descansé en tus aludes empedrados,
con tu soberbia helada a mis costados.

fui flama entre nevizas y rencores,
surco, ante la durmiente, que no aflora
y verde ingenuidad, en tus arados.


Jotabé hijo 9

y verde ingenuidad, en tus arados,
como duelo y falacia consumados

fui el ósculo en tus labios invernales,
amarrado a tus látigos mortales;
la luna, que brillaba en tus fanales,
perdida, en laberintos virginales.

fui pluma abandonada en el tintero,
a la espera del numen verdadero.

gocé, de tus almendros congelados
y degusté tus dádivas fatales,
saboreando, un éxtasis ligero.


Jotabé hijo 10

saboreando, un éxtasis ligero,
en un final agónico y postrero.

fui abrazo que aferraba algún instante,
en tu báratro trágico de Dante;
un poema lacónico y sedante,
en tu mundo, frenético y distante.

junté trozos de afecto abandonados,
con un mar de lamentos abnegados.

desnudo, ante tu cruz, como el cordero,
delirante, sin freno y sin calmante,
anduve por tus montes y tus prados.


Jotabé hijo 11

anduve por tus montes y tus prados,
por tu torso, de nácar y pecados.

fui el verano, en las llamas del averno,
en tu abismo profundo y sempiterno;
flor perenne, retoño en el invierno,
penitente, de aquel vacío eterno.

seguí como esperando tus favores,
destilando, la angustia y los dolores.

fui oasis, de tus médanos dorados
y, aunque ardía, en las llamas del infierno,
me llamé primavera entre tus flores.



Día y noche


(2 Jotabés)


A lo lejos, el sol, con sus guirnaldas,
cargando su calor a mis espaldas.

Los tonos verdes de los matorrales,
impávidos, de espinas y rosales;
vacío el horizonte, sin manuales,
cada vez menos risa y más puñales.

La tierra suelta marca mi camino,
con ese trago amargo del destino.

Que me cambió, en cristal, las esmeraldas,
con amores y dédalos mentales
y trastocó en veneno el dulce vino.


Celosos, van cantando los zorzales,
en mis noches profundas, abismales.

La luna, como un faro, va colgada,
en medio del paisaje, arrinconada;
entre besos de espuma fragmentada
y una canción de amor desesperada.

La luz, besa la playa en las orillas,
huyendo en sus reflejos, a hurtadillas.

Y amanece mi sombra, en los caudales
del llanto de una alondra despistada,
que volaba hacia el mar, por mis mejillas...



Un beso tibio

(Jotabé)

Del amor a la muerte, un solo instante,
un beso tibio, pálido y sedante.

La hoguera de la gula me cautiva,
con mi sueño, en su alforja destructiva;
el verso, es un papel a la deriva,
de una ilusión estúpida y lasciva.

Una luz, en la sombra de sus ojos,
como espejo, refleja mis despojos.

Me ahoga en el silencio erotizante,
de esta obsesión, volátil y adictiva,
de perderme en el mar de sus enojos...




Las cinco estaciones


(Corona Jotabé)


Jotabé madre

Me llamé primavera entre tus flores,
bocetando una rima en tus fulgores.

Fui miel, en tus rincones anhelados,
gameto, en tus pistilos perfumados;
fui calma en la ansiedad de tus tornados
y verde ingenuidad, en tus arados.

Volé en las mariposas de un te quiero,
sobre las frescas hojas, del romero.

Como libando néctar, sin temores,
anduve por tus montes y tus prados,
saboreando, un éxtasis ligero.


Jotaé Hijo 1

Me llamé primavera entre tus flores,
entre la ambigüedad de mis temblores.

Fui sendero en tu valle proceloso,
caudal, en tu torrente borrascoso;
capullo de aquel cactus espinoso,
que danzaba, en un blanco caprichoso.

Arreglé en tu vergel los empedrados,
sin voltear, ni mirar a otros lados.

Entre versos y copas de licores,
mientras probé tu cáliz tormentoso,
fui miel, en tus rincones anhelados.


Jotabé Hijo 2

Fui miel, en tus rincones anhelados,
evaporando sueños olvidados.

Subí en un aleluya, por tu llano,
plasmé tu ingenuidad, como artesano;
hice un fuego divino, siendo humano
y me llamaste, sol de tu verano.

Puse leña en tus brasas, con esmero
y mis sueños a hervir, en el caldero.

Con el alma y mi pecho acalorados,
en el profundo cielo de un arcano,
volé en las mariposas de un te quiero.


Jotabé Hijo 3

Volé en las mariposas de un te quiero,
tratando ser más noble que sincero.

Fui noche de deleites y bravura,
torrente de pasión, en tu cintura;
el beso y la caricia más oscura,
palmo a palmo, pincel, en tu estructura.

Forjé en tu vientre, altares de colores
y bebí la ambrosía en tus licores.

Con mis dedos, de intrépido alfarero,
modelé tus contornos, con premura,
bocetando una rima en tus fulgores.


Jotabé Hijo 4

Bocetando una rima en tus fulgores,
entre aromas de menta y de sudores.

Fui un coro, con tu piel inmaculada,
cuando temblaste al filo de mi espada;
fui rima, donde no versaba nada,
en el culmen de una ilusión cegada.

Con pedazos del alma entrelazados,
en mil suspiros quedos, recortados.

Fui cascada de gozo y de estertores,
espasmo de una noche iluminada,
gameto, en tus pistilos perfumados.


Jotabé Hijo 5

Gameto, en tus pistilos perfumados,
cuando mi estío, ardía, en tus mil grados.

Fui la gula carnal de tu apetito,
enredado en un éxtasis maldito;
fui un papel arrugado, sin escrito,
lo fugaz del amor, de lo finito.

Viví, creyendo ser aquel lucero,
tras tus nubes calladas de febrero.

Me alcé en el viento, en coros despiadados
y el frío, se contrajo en aquel grito,
sobre las frescas hojas, del romero.


Jotabé Hijo 6

Sobre las frescas hojas, del romero,
como el otoño, ingrávido y ligero.

Fui rocío, en tu helada tormentosa,
la espina, sobre el tallo de la rosa;
fui el ocaso perdido de una prosa,
tu claridad, histriónica y brumosa.

Me perdí en tus donceles envinados,
tejiendo algún desaire, en mis brocados.

Tomé tus manos, frías, como acero
y entre la brisa gélida y celosa,
fui calma en la ansiedad de tus tornados.


Jotabé Hijo 7

Fui calma en la ansiedad de tus tornados,
albar, en desconsuelos desbordados.

Navegué entre desdenes y azucenas,
exprimiendo, la esencia de mis penas;
fui un barco en tu astillero de condenas,
gimiendo entre tu sal y tus arenas.

Fui el céfiro, silbando en tus albores,
entre la intensa niebla y tus vapores.

Con mis vanos silencios desgastados,
anduve entre tu hiel y tus colmenas,
como libando néctar, sin temores.


Jotabé Hijo 8

Como libando néctar, sin temores,
recorriendo el solsticio en tus temblores.

Fui el tallo, deshojado por tu aurora,
la nieve, que de un cielo roto, llora;
el ciprés, que sus hojas decolora,
aunque dentro, el ardor, sí lo atesora.

Descansé en tus aludes empedrados,
con tu soberbia helada a mis costados.

Fui flama entre nevizas y rencores,
surco, ante la durmiente, que no aflora
y verde ingenuidad, en tus arados.


Jotabé Hijo 9

Y verde ingenuidad, en tus arados,
como duelo y falacia consumados.

Fui el ósculo en tus labios invernales,
amarrado a tus látigos mortales;
la luna, que brillaba en tus fanales,
perdida, en laberintos virginales.

Fui pluma abandonada en el tintero,
a la espera del numen verdadero.

Gocé, de tus almendros congelados
y degusté tus dádivas fatales,
saboreando, un éxtasis ligero.


Jotabé Hijo 10

Saboreando, un éxtasis ligero,
en un final agónico y postrero.

Fui abrazo que aferraba algún instante,
en tu báratro trágico de Dante;
un poema lacónico y sedante,
en tu mundo, frenético y distante.

Junté trozos de afecto abandonados,
con un mar de lamentos abnegados.

Desnudo, ante tu cruz, como el cordero,
delirante, sin freno y sin calmante,
anduve por tus montes y tus prados.


Jotabé Hijo 11

Anduve por tus montes y tus prados,
por tu torso, de nácar y pecados.

Fui el verano, en las llamas del averno,
en tu abismo profundo y sempiterno;
flor perenne, retoño en el invierno,
penitente, de aquel vacío eterno.

Seguí como esperando tus favores,
destilando, la angustia y los dolores.

Fui oasis, de tus médanos dorados
y, aunque ardía, en las llamas del infierno,
me llamé primavera entre tus flores.


(Poema ganador del Primer Premio del XI Certamen Poético Internacional Rima Jotabé)



He soñado


(2 Jotabé)


He soñado un tendido de bemoles,
Que aprieten a tu luna, entre mis soles...

Un abrazo, de arpegio y diapasones,
Que entone tu fragor, entre canciones;
Con tintes de colores y oblaciones...
Para amarte, con mil y una razones.

He soñado, con magia fabulosa,
En tus labios, ser coro de mi prosa.

He soñado tu pecho en mis crisoles,
Fundiéndose entre nubes de algodones,
En una noche tibia y caprichosa.


He soñado, tal vez, lo más sublime,
Que en el fondo del alma, se reprime.

Tu voz, en la penumbra, entrecortada,
Tu acezar, tu lamento en la almohada;
Y el vaivén temeroso de mi espada,
En gradación, de gloria apasionada.

He soñado, quizás, ser un grabado;
En tu torso de nácar, sublimado.

He soñado aquel beso que aproxime,
El verso, entre la noche y la alborada...
Y el punto, en que me rindo, al ser amado...



Volverán


(Jotabé)


No vendrán las oscuras golondrinas,
Ni epítetos de Bécquer, como espinas.

No compondré, más rimas, de tristeza,
De azules, a los astros, ni una pieza;
Pues, ante mi estertor, sin tu tibieza,
Ni el ángel de las sombras, llora o reza...

Ya no escribiré más, tus cataclismos,
Ni morirá mi tiempo, en tus abismos.

Porque cuando partiste, entre las ruinas,
Se asomó, bajo el fango, mi cabeza
Y nunca más sufrí tus espejismos.


(Poesía ganadora de una Mención Especial del III Concurso Internacional de Poesía El mundo suena en Jotabé)



Como un susurro


(Jotabem)


Como el susurro del mar
Y la luna y su brillar.

Vienes y te vas de mí,
Callada flor de alhelí,
Que se guarda, para sí;
El calor que yo pedí...

Hermosa como una flor,
Que solo causa dolor.

Sórdida, como el temblar,
De la noche en que perdí,
De mis brazos, el amor...



Dormitando


(Jotabé dodecasílabo)


En noches de luna, tocaré a tu puerta,
Aunque esté cerrada, tu mente está abierta.

Latiré despacio, sobre tu almohada,
Dejaré en tus sueños, de amor, mi cascada;
Con tonos distintos sobre tu alborada,
Gozarás mis versos y mi piel mojada.

Visos de colores, al abrir tus ojos
Y mis tibios besos, en tus labios rojos.

Estará la luna plácida y despierta
La tarde de junio yacerá irisada
Y seré esa fruta, para tus antojos.



El Amor III


(2 Jotabem)


Amor de beso y metralla,
Que en mis caricias estalla.

Amor de rima azulada,
Silente como alborada,
Que guardas en tu mirada
Fuego y muerte consumada.

Amor de luna y cuchillo,
Que susurra un estribillo.

De recia y parca muralla,
De mis vísceras espada,
De dolor lento y sencillo...


Amor de luz y azucenas,
Que retumba entre mis venas.

Amor de llanto y sonrisa,
Que me rasga la camisa;
Amor que se va y no avisa,
O es un libro en la repisa.

Amor de vida y de muerte,
Que a mi pecho vuelve inerte.

Amor de versos y penas,
De pasos con tanta prisa;
De golpes de fe y de suerte.



No Llores Poesía


(Jotabea con rima doble)


No llores poesía, ni exhales el tormento,
No eleves alma mía, tus odas de lamento.

Las flores y azucenas, se mueren en la aurora,
La rima con sus penas, se cuecen a deshora;
Fonemas por decenas y el cofre que atesora,
La perla y las arenas, que el viento me rumora.

Sin lágrimas no hay canto, ni brilla el escenario,
Tristeza y desencanto, se cuelan en mi diario.

Dolor y apostasía, me vienen al momento,
Poemas de mis venas, con fuego que devora...
No llores en mi manto ni exhibas mi calvario.



Te busco


(Jotabé)


Te busco entre las sombras, nada encuentro,
Ni el corazón que late está en el centro.

Te busco en mi pupila desgarrada,
Te busco, como luna en la alborada,
Soñando, que ante el filo de tu espada;
Se libera mi piel de esta morada.

Te busco y solo el frío de la ausencia,
Me abriga, con su blanca transparencia.

Te busco y yo he perdido mi epicentro,
Te busco y en mi almohada no hallo nada,
Te busco y me acompaña mi demencia...



Dos mil veinte


(Jotabea)


El cielo putrefacto, de un azul incoloro,
Que duerme, en el paisaje, de inoxias que atesoro.

Las moscas en las heces del mar, de mis escritos,
El ojo del humano voraz en apetitos,
La bomba, con orgasmo; que mezclan entre ritos,
Gladiolos a lo lejos en fangos infinitos...

Acaso, es la antesala, de un mundo casi muerto,
Que gira en los desdenes de un equilibrio incierto.

Tal vez, ni los poemas, se rimen con decoro,
Ni sirvan oraciones piadosas de contritos...
Caminar, sin memorias, entre árido y desierto.



Su locura


(Jotabé)


Era de blanca luna y yo de soles,
Fundiendo mi pasión, en sus crisoles.

Yo perseguí, la estela de sus pasos,
Soñaba ver su tarde, en mis ocasos;
Cordura, renacer, de mis fracasos,
Que fuera este el final de mis acasos...

Pero, nunca advertí su parte oscura,
Las heridas, que el tiempo nunca cura.

Su espectro, confundió mis arreboles,
Se volvió nuestra senda, contrapasos...
Hasta perderme ambiguo, en su locura.



El pecado


(Jotabé)


El pecado, llamaba a la distancia,
Con el suave arrebol de su fragancia.

Me invitaba a esgrimir, versos paganos,
A amasar la lujuria, entre mis manos;
A vivir, en los túneles mundanos
Y a tomar por amor, ecos lejanos.

Me entregó sus espinas, por mis rosas,
Desvaneciendo el tono de mis prosas.

Y cuando desperté de mi arrogancia,
Fue látigo de estigma, en mis arcanos
Y ya no vi las flores, tan hermosas...



Petición de mano


(2 Jotabé)


Es mi vida, romántica, tan yerta,
La que hoy toca la aldaba, tras tu puerta...

Tal vez, no hay sincronía en estos trazos,
Quizás, no encuentre nudo en estos lazos;
Mi colcha, este tejida con retazos,
O me estalle al final en mil pedazos.

Mas, yo anhelo lanzarme hacia tu abismo,
Buscar en ti, la esencia del lirismo.

Reinventarme los cardos en tu huerta,
Soñar, atesorado, entre tus brazos;
Y en ti encontrar el fondo, de mí mismo.


Quiero escribir en ti, mis aleluyas,
Hacer de mis grafías, todas tuyas.

Aunque mi torre esté hecha en solo ruinas
Y el cobarde, me aceche en las esquinas;
Aunque en mi senda, broten las espinas
Y no sepa pisar, donde caminas.

Quiero nadar, del centro hacia tu orilla,
Hacer de ti, la rima más sencilla.

Para que mi borrasca, en ti, diluyas;
Para darte, por fruto, en mis encinas
Y ver, al fin de Dios, la maravilla.



Tallo


(Jotabé)


Tomé su dulce aroma y su dulzura,
Sus pétalos nacientes, su hermosura...

Hice propio, el elixir de sus mieles,
Su tallo alcé al galope, en mis corceles;
Quise unir, mi camelia a sus claveles,
Hasta fundir en una, nuestras pieles.

Apreté en la ansiedad, tan presurosa,
La espina, que en la vida, es otra cosa.

Y así la juventud de su cintura,
Fue un retoño de cielo en mis vergeles ...
Para, la que en amor, hice mi esposa.



Novilunio


(Jotabé)


Su mirada, dormía en mis escritos,
Atravesaba el polvo con sus gritos.

Alzó las telarañas, con su albura,
Tiniebla en los rincones, mi figura;
Marfil voraz, con toda su escultura,
Sobre mi ensoñación, de tez oscura.

Registraba brillando en los dinteles,
Buscando, del amor, blancos vergeles.

Enamorada en cánticos y mitos,
En mí, tan solo halló la desventura;
Luna, mi desdichada en anaqueles.



Lo lamento


(Jotabea)


Lamento aquel silencio que quedó del arrullo,
Cuando, entre los resuellos, nació un suave murmullo.

Lamento las espinas segadas en la entrega,
Cuando la tersa noche, cedió a la pasión ciega;
Sacudiendo, en temblores, al Alfa con Omega
E inventando traiciones, que el amor siempre juega.

Lamento la mirada que no fue recibida,
Después, de que en la aurora, se dió la despedida.

Con la flor en las manos que dejó un verso suyo,
Más la tibia esperanza, que al despertar, no llega...
En la noche de espera, de rabia entretejida.



Es la fruta prohibida


(Jotabé)


Zumo de fresa, el néctar, de su boca,
Que con éxtasis rojo me provoca.

Dulce guayaba, enhiestos, sus pezones,
Que invaden con poemas, mis rincones
Y con su pelo inquieto en oblaciones;
Aderezan mi cuerpo en sus pasiones.

Sus manzanas, son himnos del pecado,
Cuando explotan sus jugos a mi lado.

Y me dan el sabor que mi alma evoca,
Como vino, que embriaga mis canciones...
Y revuelve mi esencia en su licuado.



Genesis


(Jotabé tetradecasílabo)


Empíreo caluroso, de azul encendido,
Con éxtasis perpetuo de amor, entre dormido.

Vaporosa la aurora, caricia entre las manos,
Con el olor a flores y el tinte de artesanos,
Nimbo sobre montañas, en cánticos marianos;
Albura cristalina, lejana, entre dos planos.

Bóveda del celeste, perpetua maravilla,
Anhelado poema de rima tan sencilla.

Eden y paradigma de dilema escondido,
Paraíso perdido de los ojos Mundanos...
Eterno y sin pecado, cuando fui hecho de arcilla.



Espejismo Nocturno


(Jotabé)


Es la noche, la luna va alumbrando,
De amores y dolores engendrando...

Circones, que, bailando en corazones,
Aclaran, lo mortal, de los rincones;
Marcando entre fonemas y oblaciones,
Silencios y bemoles de canciones.

Azules los suspiros a lo lejos,
Beben vino inspirado en versos viejos.

Y cantan amapolas, cortejando,
Auroras de fantasmas y pasiones
Que duermen, con sus notas, en librejos.



Marejada


(Jotabé)


Mi amor, es un amor de mediodía,
De sombra taciturna en luz del día.

De cuadros indelebles y pinceles,
Que guardas, cuál un libro en anaqueles;
Bajo la luz oscura y los dinteles...
Hasta que de la sombra lo develes.

Es un amor, de luna fragmentada,
De acorde y de canción enamorada...

Que siembra en tu jardín mi letanía,
Poniendo a tu tormenta, timoneles,
Que te traigan a mí en tu marejada...



Mi amor

(Jotabé dodecasílabo)


Mi amor cuál tu día, te vestirá el alma,
En noches serenas, será viento en calma...

Y hasta en los andenes, de tu fantasía.
Lameras las letras de una rima mía,
Silente y perpetua, cómo la alegría
De juntar tu vientre a mi soberanía.

En noches de julio, soñaras mis manos,
Galopando tristes, tus rasgos lejanos...

Buscarás mis brazos cómo suave Talma,
Cuando estés dormida, profunda y tan fría;
Querrás mis caricias, mis labios gitanos.



Desilusión


(Jotabé tetradecasílabo)


Buscarás mis tejidos cómo buscando enigmas
y verás, en tus manos, de mi amor los estigmas.

Caminarás dormida rondando mi espejismo,
hasta sentirte muda, tan cerca del abismo...
y entonces, solitaria, sumida en tu mutismo;
te amarás desolada, desierta en tu onanismo.

Añoraras el punto de entrega en mi vertiente,
que rodará, silbando y ahogándote la mente.

seré yo la sentencia, del amor, paradigmas,
La sangre que te llama, con trueno antes del sismo...
la nota de la lira que suena diferente.

(Poema ganador de una Mención de Honor en el II Concurso Internacional de Poesía El Mundo Suena en Jotabé)



Negra mariposa


(Jotabé)


Brilló, como si fuera mariposa
En éxtasis dorado, verde y rosa...

El amor, fue el escudo de su armada,
En poemas, vistiose acrisolada
Cómo fulgor del filo de la espada
Con el sueño de ser, quizás amada.

El tiempo...le agrieto con sus pesares,
Con dolor de no ser, ni en los altares.

Se deshizo en sollozos gaseosa,
Llegose su cenit aletargada...
Hasta vestir mortaja en otros lares.

 
     
   
     
 
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