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ARTÍCULO 380

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EL MESTER DE JUGLARÍA

 

 
 

Durante la historia de la poesía mundial, han surgido numerosos estilos poéticos, numerosas corrientes poéticas y numerosas escuelas que han marcado el devenir de la historia, dejándonos grandes obras para que podamos deleitarnos con ellas y grandes autores de referencia.

En este sentido tenemos tres escuelas que convivieron durante algún tiempo, aunque su nacimiento fue secuencial una tras otra. Estas escuelas fueron tres, los llamados Mesteres: el Mester de Juglaría, el Mester de Clerecía y el Mester de Cortesía.

Así, en este primer artículo de la terna de Mesteres, comenzaré por hablar del que surgió primero cronológicamente hablando, y en futuros artículos hablaré de los otros dos.
El Mester de Juglaría nació y se extendió durante toda la Edad Media o Medievo, época que estuvo comprendida entre el siglo V y el siglo XV, aunque en lengua castellana, la primera vez que apareció la palabra «juglar», de la cual deriva el nombre del Mester, fue en el siglo XII, exactamente en 1116. Además, no hay que confundir «juglar» con «trovador» que, aunque sean términos que en ocasiones puedan confundirse, no llegar a ser sinónimos enteramente.

Esta «Escuela Poética», se caracteriza por utilizar una poesía, bien épica o bien lírica, compuesta con un marcado carácter popular, siendo su composición de forma anisosilábica o heterométrica, es decir, este tipo de poesía no tenía métrica, utilizando versos totalmente libres. Con respecto a la rima, utilizaban la rima asonante o imperfecta, la cual era ciertamente fácil de componer en relación a la rima consonante o perfecta, pero a la vez mantenía cierta cadencia de sonoridad y musicalidad para facilitar su aprendizaje y recepción, cosa que en la mayoría de los casos no dispone la rima libre.

Los juglares recitaban o bien cantaban estas composiciones ganándose la vida con esta actividad, por la cual quienes las oían les gratificaban con algo de dinero, enseres o comida.

Cuando los juglares además de recitadores también eran cantores, cosa que era bastante habitual para hacer mucho más atractivas sus actuaciones, solían acompañar sus canciones con instrumentos de cuerda pulsada o frotada como el salterio, la vihuela y el rabel, de viento como la flauta y el albogón o de percusión como el tambor.

Además de que estos poemas solían transmitirse oralmente, según a la población que llegaba el juglar, le introducía algunas variaciones para congraciarse con esa población y de esta manera hacer más cercano el poema a las personas que le iban a escuchar y que así, de alguna manera, se pudieran identificar con él.

Estos poemas solían ser muy extensos y en numerosas ocasiones contaban la historia de algún personaje legendario, mítico o real, siendo una de las formas más habituales de estos poemas los llamados «Cantares de gesta», los cuales narraban las virtudes y gestas del héroe que se ensalzaba en los mismos.

Algunos de los más famosos Cantares de Gesta fueron «El cantar de Mio Cid», anónimo, siendo un poema que consta de 3735 versos, los cuales, aun a pesar de ser anisosilábicos, predominan los versos de catorce y dieciséis sílabas separados por una cesura en dos hemistiquios.

Otro de los Cantares de Gesta más utilizados, fueron las numerosas versiones que se realizaron del «Cantar de Roldán» un poema que consta de 4002 versos distribuidos en 291 estrofas llamadas «tiradas», en francés «laisses». Este poema se compuso a finales del siglo XI en francés antiguo y habitualmente se le atribuye a un monje de baja estatura llamado Turoldo.

Para ejemplificar el Mester de Juglaría, del cual no existe ningún miembro destacado que lo represente, voy a transcribir un breve fragmento del Cantar de Mio Cid:

De los sus ojos tan fuertemente llorando,
volvía la cabeza, se las quedaba mirando:
vio puertas abiertas, postigos sin candados,
y las perchas vacías, sin pieles y sin mantos,
o sin halcones, o sin azores mudados.
Suspiró mio Cid, que se sentía muy preocupado;
habló mio Cid, bien y muy mesurado:
«grancias doy, señor padre, que estás en lo alto,
esto me han urdido mis enemigos malos».

Y un breve fragmento del Cantar de Roldán.

Allí dice Oliveros: «Los paganos son muchos,
y de nuestros franceses me parece haber pocos.
Compañero Roldán, tañed, pues, vuestro cuerno:
cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá».
Le responde Roldán: «Haría como un necio,
pues en la dulce Francia perdería mi fama.
Con Durandarte ahora yo daré grandes golpes,
saldrá llena de sangre hasta el oro del pomo.
Los malvados paganos morirán en los puertos
os juro yo que todos tienen la muerte cierta».

 
 
 
Fuente:
Revista Esperanta
 
 
 
 
     
   
 
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