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ARTÍCULO 143

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FALLAS 2014

 

 
 

Las fallas de nuevo vuelven a la tierra de las flores, de la luz y del amor, Valencia. De nuevo el aire se inunda de carismáticos aromas y la primavera empuja al invierno para hacerse un hueco entre nuestras vidas. De nuevo las flores y toda la naturaleza, comienza a vestirse de brillantes colores. De nuevo los niños de ayer se convierten en hombrecitos y mujercitas que con todas sus hormonas en plena ebullición, reclaman un lugar bajo la bella luna de Valencia para confesarse su amor y la vida retoma el pulso de la calle con una maravillosa alegría de vivir.

En plazas, calles y paseos, los trajes de huertanos típicos de nuestras tierras, comienzan a campar por todos los rincones de nuestra geografía, como si durante unos días retrocediéramos en el tiempo algunos años. Acompañando esta estampa preñada de vivos colores, digna del mejor pincel, un innegable aroma a pólvora que tanto nos agrada a los valencianos y que es parte indivisible de nuestra idiosincrasia, se respira por doquiera que vayas, pues desde muy antiguo la pólvora convertida petardos y el fuego, nos ha acompañado en los primeros días de todas las primaveras, siendo el día de San José, el culmen de la fiesta, fiesta de interés turístico, donde toda Valencia parece arder en un inmenso incendio renovador y purificador, que se lleva las penas y sombras del invierno y nos abre la puerta de la luz y el verano, convidándonos a revivir de nuevo a la vida y al amor en un ritual que cada año, a pesar de ser lo mismo, siempre es diferente.

Los monumentos falleros, antaño realizados de cartón y madera, hoy han sucumbido al corcho blanco y otros materiales, pero eso no ha quitado que los grandes artesanos y maestros falleros, sigan poniendo la chispa y toda la gracia y sátira, y en ocasiones, toda la “mala leche”, en cada pieza que esculpen para la falla, siendo los monumentos falleros unas maravillas que desde todos los rincones del mundo millones de personas vienen a admirar, ávidos de nuestra fiesta grande, pero a la vez son unos monumentos tan efímeros que apenas están en todo su esplendor, nos quedamos sin ellos, llorando su pérdida, pero los valencianos nos congratulándonos en la alegría de saber que el próximo año volverán a renacer como lo hace el ave fénix una y otra vez, en un círculo sin fin.

Mas, hay un momento crucial de la fiesta para todos los que amamos la pólvora y su fragante aroma, las “mascletàs”, pura delicia de sonido, cadencia, olor y la más arraigada tradición festiva fallera, en ocasiones incluso el suelo tiembla, como queriéndonos decir que está vivo bajo nuestros pies cuando la pirotecnia fallera toma las calles de nuestra querida Valencia.

Y los castillos de fuegos artificiales inundan el cielo fallero con sus miles de colores y formas haciéndole la competencia en belleza a la luna y haciendo que abramos los ojos con exclamaciones y sorpresas convirtiéndonos a todos por unos minutos en unos chiquillos, que con la boca abierta, tan sólo podemos aplaudir y mirar los ingeniosos entramados de luz y color que los pirotécnicos nos regalan con su buen hacer.

Así que como dice la Fallera Mayor de Valencia en la “Cridà” al inaugurar oficialmente cada año las Fiestas Falleras. ¡Vivan las Fallas de Valencia!

 
 
 
Fuente:
Revista número 8 de marzo de 2014 - Página 4
 
 
 
 
     
   
 
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