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ARTÍCULO 329

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LA VIDA «EN LÍNEA»: LA «NUEVA NORMALIDAD»

 

 
 

El confinamiento de excepción al que nos ha llevado la pandemia coronavírica que estamos padeciendo, ha llegado a la séptima semana, y, aunque todos sabemos que es por nuestro bien, no deja de ser un verdadero suplicio estar incomunicado, pues los humanos somos una especie gregaria y social, y por ello, necesitamos estar en contacto con otras personas afines con las que compartir viandas, conocimientos, experiencias, vivencias…

Mas, como además también somos una especie con muchos recursos, estamos intentado suplir esa falta de contacto físico, esa falta de abrazos y de poder realizar nuestros habituales quehaceres, con todo tipo de actividades «en línea».
Así, si eres un amante de la ópera, el Teatro Real de Madrid y la Metropolitan Opera House, ponen a nuestra disposición un extenso repertorio de obras con las que poder disfrutar en esos largos días de confinamiento.

Pero no sólo los buenos melómanos están de norabuena, pues el Museo del Prado periódicamente hace un recorrido virtual por las diferentes salas del museo comentando las virtudes y bondades de un cuadro y de su pintor.

Y, además de estas actividades culturales, también debemos poner en valor todo el esfuerzo que están realizando los gimnasios y academias para ofrecernos todo tipo de clases, cursos, seminarios, conferencias, visitas 3D, y cuanto pueda realizarse a través de una pantalla de manera más o menos interactiva.

Pero, no debemos olvidar que todo lo antedicho, se está desarrollando dentro de un marco excepcional que está desembocando en una nueva manera de percibir la vida que los medios de comunicación han bautizado como Nueva normalidad. Mas, no olvidemos que la normalidad es aquello que en un principio era anormal, pero con el uso y el paso del tiempo llegamos a acostumbrarnos a ello.

Por todo lo comentado, llegué al razonamiento de que, en esta ocasión, voy a comentar el libro Rebelión en la granja, publicado en 1945, del escritor Eric Arthur Blair (1903-1950), más conocido como George Orwell, siendo esta novela una gran sátira del régimen zarista.

Y, a pesar de estar publicado hace 75 años, su argumento sigue siendo tan vigente que, bien pudiera parecer que el libro se publicó ayer por la tarde.

La novela se desarrolla en una granja llamada, en un principio, Granja Manor, donde su dueño, el señor Jones, algo dado a la bebida en los últimos tiempos, intenta llevarla adelante cada vez con menos acierto e interés. Así pues, el cerdo llamado Viejo Mayor reúne a los animales, y haciendo alusión a que el señor Jones no les da todo lo que merecen y precisan, propone realizar una rebelión, con la que consiguen expulsar al señor Jones de su propia granja.

El Viejo Mayor muere, pero los cerdos se auto proclaman dirigentes de la granja y se ponen al frente de la misma, a la cual le cambian el nombre por Granja Animal. Y para su nueva normalidad, proponen siete normas con las que todos los animales están de acuerdo.

1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
2. Ningún animal usará ropa.
3. Ningún animal dormirá en una cama.
4. Ningún animal beberá alcohol.
5. Ningún animal matará a otro animal.
6. Todos los animales son iguales.

La Granja Animal comenzó a funcionar muy bien, e incluso tuvo un momento de prosperidad donde todos los animales eran más o menos iguales y convivían felizmente, aunque siempre bajo la supervisión de los cerdos, los cuales poco a poco se fueron auto concediendo numerosos privilegios, como levantarse una hora más tarde que los demás, ir a vivir a la casa del expulsado granjero, o beber alcohol.

Mas, los dos cerdos líderes se enfadan entre ellos, y Napoleón, el cerdo dominante, expulsa de la granja a Snowball el cerdo que quería hacer prosperar la granja enseñando e instruyendo a todos los animales de la misma.

Napoleón se convierte en el mando supremo de la granja, al que comienzan a llamar «nuestro líder», y debido a su codicia y su ambición de poder, se convierte en un auténtico dictador que somete a la granja en todos los sentidos, ayudado por los perros, que eran su escolta personal. Se olvida totalmente de los motivos que los llevaron a la rebelión, y con ello, comienza a tomar los hábitos y vicios humanos, como vestirse con ropas, dormir en camas y erigirse para caminar en dos patas, cosas que prohibían sus normas, así que, sin ningún pudor, modifica algunas de ellas para adaptarlas a lo que estaba haciendo, quedando de esta manera:

Ningún animal dormirá en una cama con sábanas
Ningún animal beberá alcohol en exceso
Ningún animal matará a otro animal sin motivo

Finalmente, los cerdos comienzan a comerciar con los humanos arrebatando a los demás animales lo que producían, como lo hiciera el señor Jones. Se hacen amigos de los humanos y dejan a un lado a los animales, a los que utilizan tan sólo como fuente de ingresos para vivir una gran vida a costa de los esfuerzos de estos.
Los granjeros acaban aceptando a los cerdos como interlocutores válidos, aunque la vida en la granja fuera más dura, y con unas condiciones de trabajo mucho peores que cuando la regentaba el señor Jones, llegando incluso las raciones de comida a ser mínimas, y el trabajo máximo. Las normas se reducen a una sola:

Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.

Tras ver la deriva de la granja, la yegua Mollie decide abandonar la Granja Animal para ponerse de nuevo al servicio de los humanos en una granja vecina.
La novela finaliza con una lapidaria frase que bien merece unos minutos de reflexión:

«No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro».

Moraleja: como esta novela se presta a muchas interpretaciones, cada uno que extraiga la moraleja que estime oportuna.

Desde mi enclaustramiento hogareño en mi Valencia natal (España), tan sólo me queda por decir que…

Valencia es sinónimo de cultura.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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